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Quítale a tu imagen los usuarios de las redes sociales: eso es facilísimo, ni un loco diría “ese soy yo», pues es sólo un añadido. No eres tú.

Quítale a tu imagen los prejuicios. Es casi igual de fácil, porque todos sabemos que los prejuicios nos han sido impuestos desde pequeños. En realidad ni siquiera los apreciamos. Al contrario, nos sentimos mal con ellos y felices de no reconocerlos como propios. Eso seguro que no eres tú.

Quítale a tu imagen tu estado actual de dolor, alegría, enojo, aburrimiento, o cualquier otro estado puntual, pues sabes que ello es pasajero y no eres tú, si no algo impuesto por el día a día. Por supuesto no eres tú, sino tus circunstancias.

Quítale a tu imagen aquello que conoces, pues sabes que tu educación dependió de otros cuando eras pequeño, y más adelante estuvo limitado por aquello a lo que has podido tener acceso, por necesidad o por casualidad, por entretenimiento o contacto con otros. De haber nacido en otro tiempo u otra ubicación conocerías otras cosas, eso no eres tú. Tus conocimientos no son sólo racionales: son tus costumbres éticas y sociales, es todo aquello que reside en tu memoria, un banco de datos que no eres tú.

Quítale a tu imagen tu pasado, porque ya no existe, y por tanto no eres tú: tan solo datos almacenados entre las neuronas. Quita tu futuro, porque todavía no existe, y son sólo expectativas generadas por tu cerebro. Lo que no existe no eres tú.

Quítale a tu imagen tus instintos, pues son mecánicos y heredados, mera cuestión de supervivencia y reproducción. Quien quiere ser algo, desea ser algo más que sus instintos, o sería solo un animal determinado y aburrido, sin nada diferenciador de otros tantos millones de animales de su especie. Eso no eres tú, ni quieres serlo.

Quítale a tu imagen tus deseos, aunque te cueste mucho más, porque los deseas. Vienen marcados por las modas externas, por tus conocimientos, por tu estado actual de miedo, alegría, aburrimiento, hambre, lujuria o enojo, por tus instintos y por la publicidad de otros que no son tú. Tú no eres tu capricho.

Quítale a tu imagen lo que percibes por los sentidos, pues es una interpretación de tu cerebro: ves lo que hay en tu entorno, lo oyes, lo tocas, lo hueles, lo degustas… pero está ahí fuera. Tú no eres tus sentidos.

Quítale a tu imagen tus pensamientos, porque son generados por el cerebro, una máquina como cualquier otra. Igual que tú no eres el producto químico de tu hígado o la orina de tus riñones, no eres el pensamiento generado por un conjunto de neuronas, una sucesión de impulsos eléctricos y químicos, que vienen y se van sin tu control. Si no te lo crees, trata simplemente de controlarlo: detén tu pensamiento solo por 10 minutos, y recuerda empezar a contar cada vez que tengas un solo pensamiento. No lo hagas demasiado tiempo, acabarás frustrado. Decide levantar un brazo cuando te parezca, de forma aleatoria. Piénsalo tras hacerlo: ¿cuándo tomaste la decisión y por qué? ¿En qué momento? Tú no eres tus pensamientos, ni siquiera sabes cuando empiezan, cuando acaban ni por qué.

Quítale a tu imagen tu yo, ego o alma, como prefieras llamarlo, es ese observador que observa lo que piensas y siente por tus sentidos. ¿Dónde está? ¿Piensas que estás en la cabeza? Imagina simplemente que giras tus ojos hacia un lado hasta el límite, y entonces pudieras seguir girándolos hasta hacer 180 grados. Resulta que en ese hueco que creías residir no hay un hueco con un alma: hay un cerebro macizo funcionando, y un cráneo, y venas, y sangre y cosas, pero no estás tú.

El que piensa que piensa es en realidad un pensamiento. Ese aparente observador es solo un pensamiento más, y sabes que tú no eres tus pensamientos. Tú no eres tu ego, o tu alma, o el hombrecillo o mujercilla que está dentro, porque solo es algo que imaginas. Cuando duermes no existe, cuando suena un estruendo y todo tu cerebro se centra en él no existe, porque no estás pensando en él. Cuando te ensimismas en un trabajo no existe, porque dejas de pensar en él, no es más que una ilusión, y como cualquier otro pensamiento, aparece y desaparece sin tu intervención. Tú no eres tu imagen de ti mismo.

Todo esto que lees son pensamientos en tu cerebro y sensaciones que llegan del exterior. Quien está explorando esto es un cerebro generando pensamientos e imágenes, creyéndose que lo ve con un yo que imagina y concluyendo que ese ego está buscando qué es lo que hay cuando ha quitado todas las capas de la cebolla.

No hay nadie leyendo, no hay nadie discutiendo en su interior lo que es este texto, porque es solo el universo entero, la materia interactuando con la energía, que procesa información, que la transforma en pensamientos y siente: una ventana consciente abierta por el universo, que se cree que es una persona y piensa «¿Qué eres tú?»