La comunicación escrita es diferente de la oral. Me refiero a hablar en persona, no por teléfono o dejando un mensaje en un contestador automático. Tampoco estoy hablando con dobles sentidos sexuales. Todo esto lo especifico precisamente porque en la comunicación escrita falta la expresión corporal, que es básica entre humanos e incluso entre políticos. Si yo hablara de «expresión oral» guiñando un ojo y haciendo un gesto de rintintín con los dedos -la cursiva es la expresión, porque rintintín es broma y habrá quien no lo pille– , mi interlocutor pronto empezaría a reir como un cafre, con los ojos en blanco, sacudiendo su mano y asumiendo que estoy diciendo algo de lo que hay que reirse, quiera uno o no, para no parecer un reprimido o un ogro.
Lo cierto es que en el mundillo de Internet se dieron cuenta y por eso crearon los emoticones, para fingir expresiones. Digo fingir, porque normalmente nadie se ríe tanto como simula hacerlo en Internet. Nadie ve por las calles oleadas de gente en un perpetuo LOL (antigua carcajada) a pesar de que estén en ese mismo momento mandando cientos de mensajes con caras sonrientes, LOLs y ROFLs.
En todo caso es algo comprensible y normal. Un pequeño guiño o una carita sonriente o triste nos hace comprender mucho mejor una situación que en otro caso quedaría incompleta. Por ejemplo, no es lo mismo:
Pedazo de cabrón
Que escribir:
En el segundo caso se observa claramente que las risas del emoticón invitan a la guasa y el desenfado. Tal vez al mal gusto también, pero en todo caso se evita una pelea entre amigos.
Mención aparte merecen los majaderos que creen poder librarse de una reprimenda en un sitio web tras haber soltado una serie de improperios y críticas salvajes simplemente por añadir un emoticón con un guiño, pero es un asunto aparte, simplemente son retrasados mentales con mal gusto que han pensado que la gente es imbécil 😉 😉 😉
En todo caso esta entrada versa sobre los límites lógicos del uso de emoticones. Desgraciadamente, la sociedad comenzó a caer en picado en el momento en que la televisión entró en nuestros hogares. Hoy en día ni siquiera se organizan los salones de las casas para que la gente se vea: muy al contrario los sofás y sillones están dispuestos de tal forma que no puedes ver a las personas a tu alrededor y en su lugar dirigen tu mirada hacia el televisor. Es tan grande el lugar que ocupa el mismo, que se ha convertido en objeto de culto, está situado donde en su día hubo un pequeño oratorio. Como lar todopoderoso del hogar, dirige con su discurso aquello que hacen los habitantes del inmueble.
Aquellos que diseñaban los shows televisivos se dieron cuenta bien pronto de la importancia del aparato y su función de guía espiritual. Así, en los programas humorísticos llegaron a poner risas enlatadas para guiar a los telespectadores: ríete cuando te digo que tienes que reirte. Acuciados además por el coste económico del formato, comenzaron a tirar a la basura al personal más prescindible: los guionistas. Con unas buenas risas de lata, música estridente y chistes de pedos y eructos, se puede conseguir un producto mucho más barato y que rinde muy bien en un mercado teledirigido.
Al final, producto de ello, a la gente, sodomizada mentalmente, se le olvidó cosas tales como pensar. Y a fuerza de no utilizar el cerebro, se perdió con ello el sentido de la ironía. Los mismos espectadores de teleporquería han invadido Internet en manada esperando encontrar los mismos pedos y los mismos eructos, y reaccionan con violencia cuando no entienden un doble sentido.
La gravedad del síntoma de encefalograma plano colectivo en la red es tal, que en muchos sitios, además de la pertinente etiqueta de «humor» en un texto para clasificarlo, normalmente hay que escribir a la vez un cartel bien grande junto al título entre paréntesis. Por ejemplo:
«El Presidente del Gobierno se ha acostado con una cabra»
Categoría: Humor
Es algo totalmente incorrecto, porque los lectores, acostumbrados a la televisión, donde ven mil imágenes por minuto -tal vez algo menos, me he pasado- sin centrarse nunca en nada, son incapaces de fijarse en el texto «humor» que es más pequeño que el titular. En su lugar, para no recibir las iras de comentaristas furibundos que acusarán la noticia de ser falsa, hay que escribir:
«(HUMOR) El Presidente del Gobierno se ha acostado con una cabra (HUMOR)»
Categoría: Humor, Chistes, Gracioso, No es serio, Broma
Igualmente, los comentarios a cualquier texto que sean disparatados y claramente no serios, han de ser etiquetados convenientemente para no caer en ataques de otros cenutrios. Por ejemplo:
La sanidad pública es una mamandurria para jornaleros del PER
Es una insensatez, en su lugar hay que poner:
Y aun asi probablemente haya gente que no lo pille en absoluto, por lo cual se han inventado también una etiquetas tales como </ironic mode> que son antiestéticas y tan solo demuestran el miedo a ser atacados por un majadero:
En definitiva, se han importado las risas enlatadas de la televisión a Internet, consiguiendo exactamente el mismo efecto que lograban las originales: quitarle toda la gracia a cualquier escena que la tuviera y convertirla en un automatismo en el que has de decir «jaja» porque te lo manda la telepantalla, sin ningún tipo de reflexión, duda o pensamiento, no sea que perdamos un minuto valioso de nuestro vacío interno en esa tarea.
Declaraciones reales